Para calzarse los zapatos con más facilidad. Para la postura de las piernas a la hora de hacer de vientre o para otras cosas siempre viene bien tener un banco multifunción y estable.
Me llamo Noemí. Con 34 años en 2011 sufrí un ictus isquémico por no tomar correctamente mis anticoagulantes. Me encontré de la noche a la mañana con mi vida destrozada y totalmente patas arriba. Tuve que volver a aprender a hacer todo como un niño pequeño, desde vestirme, comer y andar. Aún así he tenido suerte con mis secuelas, aunque emocionalmente estaba devastada, cognitivamente no estoy tan mal. Llevo ocho años trabajando mis secuelas de daño cerebral y he aprendido a vivir con ellas de la mejor manera posible y a sobrellevarlas con las adaptaciones necesarias para llevar una vida lo más normalizada posible. Se puede ser feliz a pesar del daño cerebral adquirido, no es cuestión de qué nos pasa, sino de como lo afrontamos.